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Interpretar los acontecimientos con pesimismo y desesperanza tiene consecuencias psicológicas: reduce la autoestima, interrumpe la concentración, aumenta la culpa y socava el encuentro social. Este modo de pensar puede traer consecuencias biológicas: patrones desorganizados en el sueño, agitación o lentitud, inapetencia. A su vez dichos síntomas incrementan las creencias sobre la propia debilidad o minusvalía.

Antes se pensaba que la causa de los pensamientos negativos era la depresión, pero con la llegada de la psicología basada en la evidencia científica el objetivo es “atrapar” el pensamiento y, con mente abierta, reunir las evidencias a favor o en contra de la realidad. Al familiarizarse con los patrones de pensamiento habituales es más fácil salir de las explicaciones negativas y la desesperanza, y mejorar el estado de ánimo si no existen trastornos bioquímicos en el cerebro.

Los pensamientos inútiles se definen por el modo de procesar la información. No sólo reducen o paralizan las actividades que producían logros o placer, sino que instigan a conductas que empeoran la dolencia emocional.

Comienza un círculo vicioso para evitar lugares y situaciones que evocan depresión y ansiedad, se olvida que la huida intensifica la angustia y minimiza la confianza en la capacidad para actuar.La consecuencia es un estilo de vida cada vez más restringido y sujeto al miedo.

Huir enseña la norma inútil de que la única manera de enfrentar una situación difícil es escapar, lo que impide descubrir si los miedos se basan en predicciones reales o si son reacciones inútiles. Identificar los pensamientos con detalle -momento a momento- da mayor libertad para elegir la manera de reaccionar, en vez de hacerlo automáticamente. El objetivo es mantener un enfoque realista para superar los conflictos sin abandonar las posibles soluciones, aunque los resultados inmediatos no sean visibles.

En cuanto a las emociones, conviene observarlas sin magnificar. Es mejor decir “tengo miedo” en vez de “me aterran los acontecimientos”. Recordar que las emociones cambian constantemente: unas veces son más fuertes y otras, pierden intensidad.

La conducta pasiva se apoya en las preocupaciones, la inactividad, la desesperanza y el aislamiento, o se busca la seguridad y el bienestar en un apoderado que actúe a favor, porque no se quiere  afrontar las responsabilidades. Se aleja la independencia individual y el pensamiento inútil es “los demás lo hacen mejor”. Delegar es la reacción a darse por vencido, a no asumir ninguna responsabilidad, es creer que lo que hagamos carecerá de importancia.

¿Cómo puede la pasividad tornarse en activa? Se requieren conductas tales como planificar acciones, descartar los pensamientos inútiles, reconocer las trampas que inhiben la productividad e incorporar hábitos que harán cumplir los objetivos bajo el prisma distintivo de la toma de dos o tres decisiones específicas, que aseguren resultados a plazos cortos


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Autores

Psicóloga Felicitas Kort
felicitaskort@gmail.com | + Artículos

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