El envejecimiento progresivo de la población plantea un importante problema socio-sanitario, ya que la alta prevalencia de las enfermedades crónicas condiciona un elevado consumo de medicamentos y ello puede conllevar la aparición de efectos adversos, interacciones, errores y falta de cumplimiento.

Se estima que las admisiones en hospitales a causa de efectos adversos en pacientes ancianos es de alrededor del 17%.(1)

La farmacoterapia en la tercera edad merece diversas consideraciones especiales basadas en los aspectos biológicos propios del organismo envejecido, y por ende frágil, y en las concepciones psicológicas de esta edad.

Es preciso destacar que el 80% de los ancianos padece de una o varias enfermedades crónicas y el 36% puede padecer más de tres situaciones que hacen imprescindible el uso de fármacos para controlar metabólica o hemodinámicamente su trastorno o para lograr analgesia cuando las medidas locales no lo han logrado.(2)

En el ámbito ambulatorio, el 85-90% de los ancianos toma como mínimo un medicamento, con una media que oscila entre 3 y 4, y en residencias de cuidados mínimos este número se incrementa a 4-8 fármacos.

De todos es sabida la frecuencia y magnitud de reacciones adversas que aparecen cuando se mezclan medicamentos. Algunas de ellas conducen a malestares de extrema importancia en la vejez como los vértigos, inestabilidad para la marcha, somnolencia y confusión que quebrantan la funcionalidad biológica, psicológica y social.

Los efectos de un fármaco en el organismo dependen de las acciones de éste sobre el medicamento (farmacocinética) y de las acciones del fármaco sobre el organismo (farmacodinamia). Con el envejecimiento, ambas vertientes de la farmacología pueden verse modificadas y, en general, debido a estos cambios, los medicamentos en los ancianos presentan una mayor duración de su actividad y un incremento en la incidencia de efectos adversos.

La “polimedicación” es uno de los problemas capital es de la geriatría pues es una de las situaciones más frecuentes, con suficientes implicaciones relacionadas con la morbilidad y la mortalidad en la tercera edad.(3)

El 85% de los pacientes ancianos se administra su propia medicación, por lo que el médico debe tener en cuenta todos los factores que puedan influir en el cumplimiento del tratamiento.

La causa más frecuente de utilización inapropiada de fármacos en los pacientes ancianos es la pérdida de memoria. Otras alteraciones que pueden influir en la toma de la medicación son: pérdida de visión (esencial para leer los prospectos o el nombre de los fármacos), defectos sensoriales en las manos que afectan a la destreza manual e impiden abrir los envases, y pérdida de audición, lo que supone que no se comprendan bien las instrucciones para la toma de la medicación.

Otra condición que favorece la polimedicación es la automedicación. Un alto número de ancianos no considera los medicamentos de venta libre como fármacos y, por lo tanto, no menciona su uso al médico. Se ha estimado que el 40% de los ancianos toma una o más de estas medicaciones al día.

Otra problemática adicional es la prescripción por varios médicos, pues a veces el anciano es atendido por más de uno. La paradoja del desarrollo científico-técnico con grandes avances en el campo de la medicina, contrasta con la sensible y progresiva deshumanización de la atención al hombre enfermo, que resulta más negativa y contradictoria en el ámbito de la geriatría y la gerontología.(4)

Los adultos mayores, con enfermedades múltiples, deben ser atendidos, siempre que sea posible, por un solo profesional suficientemente capacitado para que pueda abarcar con la mayor integralidad un organismo que sufre por varias dolencias, muchas de las cuales a veces se alivian o eliminan con un análisis minucioso del problema y sugerencias no farmacológicas como su cambio de estilo de vida, variaciones en las concepciones nutricionales o incorporación de actividades físicas o rehabilitadoras. Esta política de fármacos debe volcarse hacia la comunidad y a sus médicos de familia y/o geriatras, que son los que con mayor frecuencia atienden
a este tipo de pacientes.(5)
En general se ha observado que la polimedicación en la tercera edad es más frecuente en el sexo femenino, con una media de 5 fármacos consumidos frente a un promedio de 4 en el caso de los hombres.

Dentro de las enfermedades, las cardiovasculares son las más relacionadas con la polifarmacia. Por lo general, los grupos de medicamentos más consumidos son los fármacos para la insuficiencia cardíaca, seguidos por: diuréticos, laxantes, broncodilatadores, hipotensores, hipoglicemiantes, antiulcerosos y antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). En los pacientes de edades comprendidas entre los 70 y 85 años, los AINEs son los fármacos más consumidos (100% en las mujeres y 100% en los hombres, p < 0,01).(6)

Para poder evitar la polimedicación, en primer lugar debe establecerse la idoneidad del tratamiento y restringir al máximo en la medida de lo posible el número de medicamentos a consumir, así como revisar periódicamente la medicación prescrita.

También deben considerarse las alternativas no farmacológicas o la opción de fármacos menos tóxicos y más seguros. Para ello trabaja la industria farmacéutica. En concreto, en el caso de la artrosis, hoy en día se empieza a prescindir de la  terapia convencional con antiinflamatorios y analgésicos, que están siendo sustituidos por fármacos más seguros como el condroitín sulfato, el sulfato de glucosamina o el ácido hialurónico. Estos nuevos fármacos presentan un inicio del efecto más lento que la terapia convencional aunque eventual mente alcanzan una eficacia equivalente a la de los antiinflamatorios y de mayor duración, con una toxicidad nula o casi inexistente.

También es importante para la industria invertir en la investigación de nuevas formas farmacéuticas que favorezcan la posología en ancianos, dando prioridad a las presentaciones líquidas. También puede ser de ayuda el establecer unas pautas simples y cómodas que faciliten la administración, por ejemplo asociar su administración con alguna actividad (comida) o hábito (acostarse) diario que refuerce la memoria del paciente. Asimismo, es preferible la administración de una única dosis al día, para evitar olvidar alguna toma.

En general, se acepta que las dosis en ancianos deben ser menores que en adultos. El ajuste posológico debe ser cuidadoso, comenzando con dosis pequeñas para posteriormente ir aumentándolas según la respuesta observada.

A veces puede ser necesaria la colaboración de un responsable familiar, vecino o amigo que le ayude. En caso de no disponer de nadie deberá considerarse la ayuda de personal sanitario.

En general, ante un paciente anciano, siempre hay que intentar que tome el menor número de medicamentos, prescribir formas farmacéuticas bien toleradas y con pautas simples, ajustar la dosis e informar oportunamente al paciente o a los familiares sobre el uso correcto y la importancia de no automedicarse (Tabla 1).(1)

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La ciencia de la farmacoterapia en la tercera edad no es sólo prescribir medicamentos, sino seleccionar el mejor medicamento, el más efectivo y con menos reacciones adversas, a la menor dosis efectiva, utilizando la forma farmacéutica más compatible para ancianos, con los intervalos óptimos y que se ajuste a las exigencias biológicas, teniendo en cuenta las eventualidades psicológicas, emocionales, sociales y económicas de cada paciente(7)

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Bibliografía

  1. Laredo LM et al. Utilización de fármacos en geriatría. In: Velásquez. Farmacología Básica y Clínica. Editorial Médica Panamericana; 2005:1115-1123
  2. Vargas Castrillón E, Moreno González A. Anciano y Fármacos Medicine 1991; 87:3365-71
  3. Gusney M, Tallis R. Prescription of contraindicated and lnteracting drugs in elderly patients admitted to Hospital. Lancet 1984; 2:564-7
  4. Castillo Fernando J R, Romero González M. La Terapéutica Fa rmacológica en Geriatría. Editorial SAN DOZ; 1988:139-43
  5. Colección Farmitalia Carlos Erba de Diagnóstico y Tratamiento. Geriatría Tomo 1, Barcelona Editorial Geriátrica; 1988:64-70
  6. Fernández N, et al. Polifarmacia en el anciano. Acta Médica 2002; 10(1)
  7. Salgado A, Guillén F. Manual de Geriatría. Ediciones Científico y Técnicas SA; 1994:539-43.

Revista Archivos de Reumatología Vol 13-N°1-2008
Se publica con autorización de la
Sociedad Venezolana de Reumatología

venreuma@gmail.com

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Autores

Dra. Maritza Quintero
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