NOMBRE

Dr. Cesar Louis Pérez

ESPECIALIDAD

Neurogastroenterología

CONSULTAS:

Hospital de Clínicas Caracas

Centro Médico Docente la Trinidad

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COMENTARIO DEL DOCTOR

La gastroenterología se ha visto enriquecida en los últimos 38 años con el avance en el conocimiento de los trastornos funcionales gastrointestinales (TFGI), desde el desarrollo y evolución de los criterios de Roma, que han permitido legitimar estos trastornos, hasta la investigación sobre los mecanismos fisiopatológicos subyacentes, los factores asociados, los estudios diagnósticos y los nuevos tratamientos.

 

Es interesante hacer notar algunos ejemplos de la  variedad de factores involucrados en estos trastornos: los factores psicológicos como la depresión, ansiedad y somatización son comunes y exacerban los síntomas funcionales, los mediadores neuroendocrinos relacionados, las alteraciones de la motilidad y  sensibilidad visceral,  el avance en el conocimiento de la microbiota, su función en la salud y las consecuencias de la disbiosis, el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, la caracterización postinfecciosa, los alimentos y  por supuesto el efecto de estas alteraciones sobre el sistema nervioso central, que afectan la percepción a nivel central de los estímulos viscerales. Todos estos factores afectan el eje cerebro-intestino el cual es bidireccional y continuo, y en última instancia desencadenan los TGIF.

 

Por otro lado tenemos una serie de estudios o pruebas que permiten investigar la causas fisiopatológicos de los trastornos y su relación con los síntomas, pudiendo ser hallazgos orgánicos o funcionales los cuales permitirán aseverar o descartar los diagnósticos clínicos basados en criterios.

 

 Por  ejemplo,  en esófago tenemos el Restech (R) que puede medir el pH aerolizado y liquido y es utilizado en pacientes con reflujo faringolaríngeo; el monitoreo de pH esófago de 24 horas con impedancia intraluminal multicanal en la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) que puede medir reflujos ácidos débiles y alcalinos débiles; la impedancia mucosal esofágica como marcador de reflujo crónico diferenciando ERGE erosivo de no erosivo; el Endoflip (R) que permiten evaluar la distensibilidad utilizándose en Cirugía antirreflujo y cirugía bariátrica y la determinación de pepsina salival para diagnóstico de ERGE. En el estómago tenemos la electrogastrografía diagnosticando bradigastria o taquigastria; gammagrafía para evaluar el vaciamiento gástrico; el barostato para medir relajación receptiva gástrica; la manometría  antroduodenal que mide las contracciones gástricas. En el caso del tracto gastrointestinal inferior podemos citar la manometría  colónica  para medir funciones motoras del colon; transito y gammagrafia colonica para medir transporte diagnosticando inercia colónica o disfunción de piso pélvico; la latencia motora terminal del nervio pudendo para causa neurológica de incontinencia fecal y la defecografía para evaluar la defecación diagnosticando  rectoceles,  sigmoidoceles, enteroceles, síndrome del periné descendente y anismo. El avance tecnológico y la bioingeniería crecen a pasos agigantados esperando probar su utilidad.

 

La neurogastroenterología, una recién nacida ciencia, estudia todos estos factores fisiopatogenicos y cómo demostrarlos, las manifestaciones clínicas, la epidemiología, las implicaciones psicosociales y el tratamiento de los mismos.

 

Con mucho gusto podemos evaluar a los pacientes con diagnóstico presuntivo de enfermedades funcionales y/u orgánicas con compromiso funcional  de la esfera gastroenterológica para aseverar o descartar diagnósticos y establecer el tratamiento específico.

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